La educación en valores suscita un gran interés social y educativo hasta el punto
de estar presente como un contenido específico en los currículos escolares de todos los
niveles educativos.
En el presente artículo, se analizan las causas principales que han determinado la
crisis del sistema de valores en la sociedad actual, las diferentes posturas ideológicas
que se han adoptado sobre la selección de los valores, las estrategias y técnicas de
enseñanza que se han utilizado para su transmisión y desarrollo y las condiciones
básicas que se han de dar en el aula para una educación en valores.
INTRODUCCIÓN
En nuestra década la educación moral (o educación de los valores) se ha convertido
en el problema estratégico número uno de la educación, y el debate axiológico ha
centrado la atención de cuantos foros internacionales relacionados con la educación
se vienen celebrando en todo el mundo.
Dicho debate axiológico aparece centrado en dos cuestiones principales: ¿Qué factores
determinan los conflictos en los sistemas de valores? ¿Qué pueden hacer la escuela
y los educadores al respecto?
Los conflictos en los sistemas de valores se producen al intentar adaptar los principios
de la moral tradicional a la sociedad actual, ignorando que un modelo social
cambiante y de gran heterogeneidad cultural como el presente, exige la creación de un
esquema de valores propio.
Algunos filósofos de la educación interpretan la agitación y confusión actual no
como una destrucción de los valores antiguos, sino como una confrontación dialéctica
entre lo antiguo y lo nuevo, que está haciendo aflorar inherentes contradicciones.
La elaboración de un proyecto personal de vida con base en los valores no podrá
ser asumido por la escuela al margen del contexto sociocultural en que actúa. La educación
de los valores requiere de un amplio debate social para definir los valores que
han de regir la conducta colectiva y un empeño de todos los agentes sociales y educativos
para hacerlos efectivos.
1. EL SENTIDO DE LOS VALORES EN LA EDUCACIÓN
Cada sociedad, en un momento determinado de su historia, selecciona del sistema
general de valores aquellos que considera más adecuados para satisfacer las necesidades
sociales, siendo la escuela la institución encargada de su transmisión y desarrollo,
por medio de la actividad educativa que se desarrolla en su seno.
La educación es, por tanto, aquella actividad cultural que se lleva acabo en un
contexto intencionalmente organizado para la transmisión de los conocimientos, las
habilidades y los valores que son demandados por el grupo social. Así, pues, todo
proceso educativo está relacionado con los valores.
Por medio de la educación, todo grupo humano tiende a perpetuarse, siendo los
valores el medio que da cohesión al grupo al proporcionarles unos determinados estándares
de vida.
En todo tiempo y lugar, la escuela ha contribuido, de forma decisiva, al proceso de
socialización de las jóvenes generaciones en los valores comunes, compartidos por el
grupo social, con el fin de garantizar el orden en la vida social y su continuidad.
Si la transmisión de unos valores considerados como fundamentales, era indispensable
en las sociedades tradicionales con el fin de preservar sus tradiciones y sus formas
de vida- marcadas por su uniformidad- cuanto más complejas y plurales son las
sociedades, como acontece en las sociedades democráticas actuales, tanto más necesaria
se hace la tarea de una educación en valores para el mantenimiento de la cohesión social.
REQUISITOS QUE HA DE CUMPLIR UNA PROPUESTA DE EDUCACIÓN
EN VALORES.
Con demasiada frecuencia se olvida que los valores no pueden ser enseñados como
se enseñan los contenidos disciplinares y la consecuencia inmediata es una "intelectualización"
de los valores, al no caer en la cuenta de que junto al componente cognitivo
(conocimiento y creencias) es indispensable considerar, asimismo, y de forma
interrelacionada el componente afectivo (sentimientos y preferencias) y el componente
conductual o conativo (acciones manifiestas y declaraciones de intenciones).
Los valores se perciben en las actuaciones de los otros, en la relación de cada uno
con el resto; cada persona, debe construir su propio esquema de valores y la función
de los educadores es colaborar en el proceso, permitiendo y desarrollando situaciones
en el entorno de los alumnos para que los vivan y experimenten, y así, ser interiorizados
por ellos.
Para que en un aula se perciban los valores y se sienta su necesidad, es condición
que ocurran ciertos requisitos que posibiliten y alienten su desarrollo; entre los más
significativos destacamos los siguientes:
1. En relación con el sistema de valores que se pretende promover y desarrollar en
el aula, se ha de procurar establecer una relación de congruencia entre los valores
comunes que, por ser básicos, deben ser objeto de formación en todos los educandos;
los valores del contexto sociocultural próximo en el que se encuentra ubicado el centro
educativo; los valores diferenciales de cada educando que son expresión de sus
preferencias personales y el sistema de valores que posee el educador y que le sirven
para orientar su práctica educativa en el aula,
Sólo desde la convergencia en el sistema de valores se pueden desarrollar esquemas
consistentes y estables y evitar la confusión y el caos a que se ven abocados nuestros
alumnos.
2. En relación con el clima social del aula, ha de fundamentarse en un estilo de
interacción comunicativa entre profesores y alumnos y de estos entre sí que favorezca
la autonomía del alumno, propiciando su iniciativa y la toma de decisiones, en un
ambiente de seguridad y confianza donde las diferentes personalidades del grupo clase
puedan manifestarse de forma auténtica y sin enmascaramientos y dónde se
practique un tipo de relación interpersonal basada en la estima y el respeto mutuos.
Según S. Uhl (1996) la adquisición de valores requiere de un clima psicologicamente
seguro donde se han de dar tres condiciones principales: una notable implicación
personal y afectiva por parte de los educadores; dar explicaciones de un modo preciso
y adaptadas a la capacidad de comprensión del alumno y la comunicación de estas
últimas en un estilo cálido y cordial.
3. En relación con la actitud del profesor hacia la educación de los valores ha de
conocer los valores, estimarlos, sentirlos, practicarlos, deseo de transmitirlos y fuerza
para hacerlo. Si a ello añadimos conocimiento de los métodos y habilidad en aplicarlos,
tendremos al educador en valores perfecto. Cualidades especiales que no están al
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La Educación en valores y su práctica en el aula
alcance de todo el mundo. Porque si bien es cierto que el conocimiento de los valores
y de los métodos para educar en ellos puede conseguirlo fácilmente cualquier educador
mediante el estudio correspondiente, otra cosa bien distinta es que esté dispuesto
a ponerlos en práctica.
Varias son las circunstancias que pueden llevar al profesor a una actitud de descuido
o de inhibición con respecto a la práctica de los valores, siendo las más frecuentes:
una sobrecarga de obligaciones docentes y de gestión académica y un compromiso
prioritario con la enseñanza de los contenidos disciplinares del currículo; el tiempo
que requiere la puesta en práctica de las estrategias conducentes al desarrollo de los
valores; la consideración de que la valoración de su actuación docente va a venir determinada
más por el nivel de conocimientos y de habilidades alcanzados por los alumnos
que por los valores, actitudes y normas, de más difícil comprobación y reconocimiento
profesional; la creencia muy generalizada en un gran sector del profesorado
de que la educación en valores debe ser asumida por la familia y por otros agentes y
fuerzas educativas.
4. En relación con las variables de espacio y tiempo más adecuados para la práctica
de los valores ha de aprovecharse cualquier circunstancia existencial que viva el educando.
Nada hay más contrario al espíritu de la educación en valores que su "institucionalización
académica", reservándose para ello un tiempo determinado en el calendario
escolar, como está ocurriendo con el tratamiento dado en muchos centros a los
Temas Transversales. "La Educación para la Paz", por ejemplo, queda limitada en el
programa escolar a una semana de carácter conmemorativo, en la que participa toda
la comunidad educativa. Con tal motivo, se elaboran murales y slogans alusivos a la
paz con una intención concientizadora para el alumnado, se invita a alguna ONG
comprometida con la ayuda a países en guerra, se aportan testimonios directos de
personas que han sido víctimas de algún tipo de atentado, pero, paradójicamente, no
se aprovechan las situaciones de conflictividad escolar para desarrollar en los alumnos
actitudes no violentas.
5. En relación con la organización dada al contenido didáctico, ha de fundamentarse
en una estructura interdisciplinar que dé sentido a los problemas y situaciones
controvertidas que se someten a debate. Si bien los estudios sociales son los más adecuados
para proveer de temas de análisis relativos al mundo de los valores, cualquier
otra asignatura del currículum puede convertirse en el núcleo integrador de las restantes
disciplinas, siempre que sean planteadas por el profesor de forma controvertida
y dilemática, tengan significado para el alumno y conecten con sus intereses, preocupaciones,
y motivaciones dominantes.
En contra de lo que comúnmente se cree los valores y las materias de estudio pueden
interrelacionarse. Así, por ejemplo, se puede emplear un problema de valores para
introducir cierto tema de estudio, y puede usarse también un problema de valores para
hacer culminar el estudio de un tema. Por ejemplo, un estudio sobre la salud puede
terminar con un examen del problema de la pobreza en la comunidad local y, especialmente,
sobre cuáles son los valores de cada alumno en relación con dicho problema. y
la clarificación de los valores puede, también, penetrar en un tema, como cuando el
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José María Parra Ortiz
estudio de la inmigración incluye el meditar sobre que piensa cada alumno acerca de
arrancar las raíces del país donde uno nació y realizar cambios importantes en lo que
considera que es su responsabilidad, si tal es su actitud, hacia los inmigrantes recientes.
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